Aunque estamos de Semana Santa, y las cosas están muy, pero que muy tranquilas, hoy he leído esta entrada en el blog de Keko8, y me ha recordado algo que nos ocurría constantemente cuando trabajaba para la marca de ordenadores que ya os he comentado en alguna ocasión. Aunque los equilibrios en los que quedó el portátil en la tienda de Keko son dignos de algún malabarista, y yo también os podría contar mil historias con el transporte, yo voy a comentar las gracias que nos hacían en el centro de reparaciones.
Nosotros detectábamos los fallos en los equipos, y determinábamos si eran algo de hardware o no. En caso de necesitar cambiar alguna pieza, mandábamos el equipo a reparar. Hasta aquí, todo bien (salvo por ciertos procedimientos…). Cuando el equipo llegaba al centro donde le realizaban las reparaciones, las posibilidades eran casi infinitas.
Recuerdo un caso en el que tras una reparación nos llama el cliente, diciendo que su equipo no enciende, y que sonaba “algo” suelto dentro de la torre. Tras comentarle que no iba a perder la garantía por abrir el equipo (era un sobremesa, y por política de empresa, esto estaba permitido), el cliente accede a abrirlo, y resulta que en el centro de reparaciones habían intentado batir el record de menos cables conectados en el interior de la torre. No estaba conectado ni un solo cable. Todos dentro de la torre, si, pero todos sin conectar.
Otra de las posibilidades era la de los chorizos redomados. No, no es que le regalasen un chorizo al cliente por haber arreglado su ordenador, es que el equipo volvía a lo mejor sin la tarjeta gráfica, o con un disco duro menos. Increíble, pero cierto.
Pero la palma me la llevé yo mismo, cuando atraído por una megaoferta bastante interesante, me decidí a comprar mi primer y último ordenador de marca. Se trataba de un flamante Pentium IV a 2.4 GHz, y, cuando aún no llevaban mucho tiempo en el mercado, en una tienda que iba a cerrar, los dejaban con monitor y todo, a solo 400€.
Tras pensarlo un rato, junto con mi padre, que era el destinatario del ordenador, decidimos comprarlo. Parecía una ganga. Llegamos a casa, y decidimos montar el equipo. Sacamos el monitor (eso si, era un CRT de 17”), abrimos la caja donde venía la torre, sacamos el teclado, que estaba encima, y al sacar la torre noté un escaso peso, pero no le di mayor importancia. El problema vino cuando llegué dispuesto con el cable VGA del monitor, para conectarlo en la parte trasera de la torre. NO HABIA ABSOLUTAMENTE NADA. La caja estaba vacía, solo estaba la fuente de alimentación. No os imagináis la discusión con el vendedor, que no se le ocurrió otra cosa que decir que la habíamos vaciado nosotros (entiendo sus sospechas, que conste).
Tras un buen rato, logramos que nos diesen otro equipo, pero ese vivió más tiempo en el taller que en mi casa. Siempre he preferido los clónicos a los equipos de marca, y esta experiencia (que se que no es la habitual), me hizo corroborar mis preferencias.
Eso si, todavía sigo preguntándome… ¿Dónde leches están los componentes de aquel ordenador?
miércoles, 19 de marzo de 2008
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3 comentarios:
Ande estarán? .. llamamos al Lobatón?
El de la caja vacía vete a saber.. un robo? un desliz en la cadena de montaje? pusieron un chasis vacio en vez de uno lleno por error? ..quiero pensar que son mas producto de las últimas que de las primeras....
A nosotros el de los cables nos ha pasado alguna vez, (casi siempre el de la disketera) que al estar más metido y apenas usarse alguna vez se ha despistado conectar... pero todos? ni de coña
¿Y de qué marca era el PC?
Sinceramente, creo que la responsabilidad en este caso era de la tienda, que recibió una devolución y no comprobó si estaba todo en orden, pero si quieres saber la marca del equipo, era un HP
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